Historia del marxismo. La «Crítica del programa de Gotha»

A finales de los años 60 del siglo XIX, dos organizaciones hegemonizaban el panorama político izquierdista en Alemania. Por un lado estaba el Partido Obrero Socialdemócrata, que se definía como una organización marxista, aunque tanto sus dirigentes como el grueso de la militancia distaban mucho de conocer la teoría de Marx y Engels en profundidad. Junto con la socialdemocracia, existía otro grupo de izquierdas: la Unión General de Obreros Alemanes, dirigida por los seguidores de F. Lassalle, promotor de un sistema de socialismo de Estado, en realidad un revisionismo que coqueteaba de manera oportunista con el Estado prusiano, burocrático y represivo.

En la primera mitad de los años 70, en el contexto de la unificación alemana, la reacción bismarckiana, y la necesidad de mayor coordinación dentro del movimiento obrero, crecen las presiones para lograr la unificación de ambas tendencias en un mismo partido. Esta unificación  se realizó en el Congreso celebrado del 22 al 27 de mayo de 1875 en la ciudad de Gotha, redactándose un programa común para el nuevo Partido Socialista Obrero de Alemania, que sería precisamente el objeto de la crítica de Marx.

Como escribe Marx en carta a W. Bracke, los socialdemócratas no debían haber cedido en una serie de cuestiones de principio, y no debían haber aceptado la inclusión de las tesis lassalleanas en el programa común, antes bien, hubiera sido preferible conformarse con acordar un frente de trabajo. En la Crítica del programa de Gotha, Marx carga las tintas, pues, contra una serie de tesis lassalleanas como por ejemplo:

  • Lassalle opina que la producción es obra de la sociedad en su conjunto, y por tanto todos los hombres tienen derecho a igual acceso al fruto del trabajo social. Lassalle, según Marx, pasa por alto que en la sociedad existe toda una clase social que vive sin trabajar, ¿acaso a dicha clase social se le debería proveer de su “parte proporcional” del producto social?
  • La afirmación por parte de Lassalle de que, frente a la clase obrera, todas las demás clases sociales forman “una única masa reaccionaria”. Ignora Lassalle que hay intereses contrapuestos dentro del bloque de clases en el poder, por ejemplo entre la burguesía y las capas medias y pequeña burguesía, o que éstas se vuelven revolucionarias ante la perspectiva de su pauperización, expropiación y consiguiente proletarización.
  • La idea de que la emancipación de la clase trabajadora se busca primero en el marco del Estado nacional. En vez de internacionalismo, se adopta el nacionalismo más estrecho.
  • La llamada “ley de bronce del salario”, según la cual el salario siempre quedaría reducido a un mínimo indispensable para la subsistencia, porque la subida de salarios supone incremento de la población obrera (y subsiguiente descenso de salarios por exceso de oferta), y la bajada de salarios supone descenso de la población y ello conduce de nuevo al alza de aquellos. Marx explicó que el salario depende de la oferta y la demanda en el mercado capitalista, a su vez determinado por el ciclo industrial.
  • El empleo de pseudo-conceptos como el de “Estado libre” (¿acaso el Estado más libre no sería el más represivo posible?), y el empleo vago de categorías jurídicas propias del derecho burgués, como “equidad”, que resultan vacuos si ignoramos las condiciones materiales que determinan la forma jurídica (y que resulta poco realista pensar que, al contrario, sea el derecho quien regule la economía).

La Crítica del programa de Gotha también es interesante porque, con ocasión de la crítica al socialismo de Estado de Lassalle, plantea la distinción conceptual entre socialismo y comunismo, o “primera fase” y “fase superior” de la sociedad comunista, que Lenin desarrollaría posteriormente en su obra El Estado y la revolución.

  • El modelo de socialismo de Marx es una sistematización a partir de una experiencia reciente y muy concreta, la Comuna de París de 1871. En el socialismo, los medios de producción son propiedad del Estado. Cada trabajador es retribuido de manera proporcional, según el valor que él mismo ha contribuido a producir (“el que no trabaja no come”). Sin embargo, en este igualitarismo persiste la lógica económica capitalista del intercambio de equivalentes, y, pues los hombres en realidad no son iguales, al excluir sus circunstancias individuales (distinta capacidad, distintas cargas familiares…) genera una forma propia de injusticia. En el socialismo, la explotación la ejerce el Estado, y persisten diferencias injustas de riqueza.
  • La fase superior es el comunismo, y supone la extinción del propio Estado. El Estado es un instrumento represivo de una clase sobre otra (y en el socialismo, donde las clases populares luchan para establecer una sociedad igualitaria enfrentándose a las clases dominantes que detentan el poder y la riqueza, esa herramienta es necesaria de algún modo). Ahora bien, el Estado socialista, democrático y basado en la igualdad, supondría la extinción progresiva de esta función, en la medida en que la transformación colectivista de la sociedad va a conllevar la desaparición de las diferencias de clase que son razón de ser del aparato del Estado. La sociedad comunista se auto-organizaría como un poder autónomo, regulado quizá de forma administrativa, pero sin la necesidad de instituciones de tipo represivo.

Categorías: Economía

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