En un post anterior sobre Platón para esta misma serie de artículos acerca de la dialéctica, hablábamos de la relación entre aquél y su maestro Sócrates. Se puede resumir en que, si ambos entienden el conocimiento como búsqueda de las definiciones de las cosas, para Platón estas definiciones tienen una existencia real y separada del mundo cotidiano que percibimos a través de los sentidos.
A primera vista, el idealismo de Platón resulta intolerable. El filósofo idealista alemán G.W.F. Hegel hace una interpretación algo distinta: frente a Sócrates, Platón supera la unilateralidad del pensamiento, el concebirlo de manera separada de la realidad; y si bien busca la esencia de la verdad única y exclusivamente en el pensamiento abstracto, no se puede decir de él que sea un idealista malo que conciba el pensamiento como enfrentado a la realidad, sino que más bien “abarca en una unidad tanto la realidad como el pensar”. Hegel aquí se opone a la decisión entre dos opciones igualmente falsas (porque están descontextualizadas, porque son «abstractas» o como él dice, «unilaterales»). La primera es situar las ideas como cosas, como una sustancia ajena a nosotros, que existe en otra realidad. La otra es entenderlas como “ideales necesarios para nuestra razón”, como instrumentos de los cuales nos servimos para comprender la realidad, pero sin objetividad o realidad en sí mismas. La primera posición es la del idealismo vulgar. La segunda era el punto de vista de Kant, y Hegel aprovecha de este modo para criticar ambos extremos.
Kant había afirmado que la lógica establece criterios formales de verdad relacionados con las reglas del entendimiento. Pero aunque sea un instrumento útil para el análisis y para asegurar la verdad formal, es incapaz por sí sola de alcanzar la verdad material. Por ejemplo, la lógica nos sirve para entender que una cosa puede ser cierta o falsa, pero no puede ser ambas cosas al mismo tiempo. Sin embargo, la lógica por sí sola no nos dice nada acerca de si esa cosa hipotética acerca de la cual hablamos existe en el mundo real, si se trata de un tigre de Bengala o de un gatito que ronronea sobre el alfeizar de mi ventana.
Ahora bien, prosigue Kant, es tentador querer emplear la lógica más allá de sus limitaciones formales, como garantía de verdad material. Para referirse a este abuso de la lógica, Kant recurre a la tradición griega y aristotélica, y emplea el término de dialéctica –una técnica que califica despectivamente como “lógica de la apariencia”. Ya comentábamos el concepto de Aristóteles acerca de la dialéctica, como técnica del razonamiento meramente probable. Cuando esta lógica dialéctica se aplica al entendimiento y a la razón, yendo más allá de los límites de nuestro conocimiento para construir vacuidades metafísicas referidas a la cosa en sí, recibe el nombre de dialéctica trascendental.
La lógica de Hegel es dialéctica, precisamente, en el sentido kantiano de que se salta los límites del entendimiento y la razón, y asegura una identidad entre la verdad formal y la verdad material, entre la certeza y la verdad, entre el objeto y el pensar. Para Hegel, este giro es completamente legítimo: frente a la separación kantiana del fenómeno y la cosa en sí, Hegel no elaboraría realmente un idealismo absoluto, sino que estaría retornando al realismo de los antiguos que afirmaban que la verdad acerca de la cosa es inseparable de la cosa misma, y que la substancia de la realidad es idéntica a la substancia del pensamiento.
Hegel se enfrenta así al kantismo, en la medida en que éste renuncia a conocer lo que llama la Cosa en sí, y se conforma con un conocimiento subjetivo, lo que equivale a reducir el saber a opinión (la doxa platónica).
Históricamente, en resumen, la dialéctica ha oscilado entre la ontología (la pregunta por el ser) y la epistemología (la pregunta por el conocimiento). Esta aparente confusión estaba en Platón y en menor medida en Aristóteles. Es puesta en cuestión por la filosofía crítica de Kant, que separa ambos términos. Hasta Hegel, que vuelve a reunir epistemología y ontología en un gesto eminentemente platónico. Así es como la lógica de Hegel trasciende la mera lógica formal, por tanto que, como escribe Gadamer, “la dialéctica hegeliana querrá ser ‘objetiva’ y no una mera dialéctica de nuestro pensar”.
Esa dialéctica objetiva de Hegel será a la vez subjetiva. La lógica del pensamiento impregna de sentido la propia realidad, que en sí misma no es otra cosa que un sentido histórico que busca reconocerse en la autoconciencia (y el ser humano es el espectador donde la historia llegará a convertirse en autoconciencia). La realidad sigue un proceso histórico que es idéntico al proceso del pensamiento. En la filosofía de Hegel encontraremos una reflexión acerca de la realidad como proceso que atraviesa una serie de etapas hasta concluir en el saber absoluto. La naturaleza de este proceso (sus leyes y las demasiado célebres “tríadas”: tesis, antítesis y síntesis) así como del concepto mismo de saber absoluto, han sido objeto de múltiples interpretaciones. La más habitual es la que interpreta el saber absoluto como reconocimiento de la abolición de la diferencia entre sujeto y objeto, por tanto como reconocimiento en la autoconciencia de que la realidad y mi pensamiento son una misma cosa.
Se supone que Marx tomará esta dialéctica de Hegel, si bien procederá a su mítica “inversión” materialista. No obstante, sobre este asunto Marx no dió muchas explicaciones, a pesar de que sus famosas líneas en el postfacio a la segunda edición de El capital hayan sido citadas hasta la saciedad:
«Lo que ocurre es que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay más que darle la vuelta, mejor dicho ponerla de pie, y en seguida se descubre bajo la corteza mística la semilla racional»
Al feliz encuentro entre dialéctica y materialismo dedicaremos un próximo artículo.
Categorías: Filosofía
Como siempre, tu post muy interesante. Aunque me ha sorprendido la exposición de un Hegel tan marcadamente platónico, cuando a mí me parece fundamentalmente aristotélico, así como la referencia a un Platón tan marcadamente «realista extremo», que es más bien una posición de algunas (escasas y poco exitosas) lecturas medievales en plena discusión acerca de los universales. Te lo digo desde la confianza y el aprecio: ¡felicidades por tu blog!
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Gracias, Alejandro. La lectura de Hegel es como siempre una tarea inacabable. Me interesa mucho lo que me has comentado, y me gustaría profundizar por ahí. Ya hablamos
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