Burócratas de la Fuerza. Star Wars y la institucionalización de los jedi

En el artículo «La caída de la rebelión»,1 Tony M. Vinci plantea la hipótesis de un giro conservador en la relación de lo individual y lo institucional entre la trilogía original de Star Wars y la precuela. La trilogía original celebraría la autonomía individual, y los valores de autenticidad, de independencia y de pensamiento crítico con las estructuras de poder institucional; sin embargo, la precuela terminaría «socavando» (p. 7) estos valores, asumiendo la tesis conservadora de la necesaria alienación del individuo en las instituciones, como fuente del poder legítimo.

Un ejemplo es el modo en que se invierten los papeles del lado oscuro y el lado luminoso de la Fuerza en ambas trilogías. En la primera trilogía (siguiendo la tesis de John Lyden, citado en p. 20) «los maestros del Lado oscuro de la Fuerza suelen hablar de «destino» de un modo que sugiere que el libre albedrío no existe; sin embargo, el Lado Luminoso siempre permite a sus miembros escoger su propio destino, reconociendo que la libertad de elección puede influir e influye en el rumbo de los acontecimientos» (p. 20). En la precuela, los Jedi identifican la «voluntad» de la Fuerza con el «destino» y con la «bondad» moral.

Mientras en la trilogía original el entrenamiento Jedi supone una relación personal con la Fuerza, en la precuela lo fundamental es la alienación en la institución, la adopción voluntaria de una disciplina y un orden impuestos de manera opresiva. Al estilo de la teoría pascaliana sobre la conversión, la relación con la Fuerza depende del sometimiento mecánico a un ritual repetitivo y sin sentido: si quieres creer, arrodíllate y reza, sométete a la disciplina, y la creencia vendrá por sí sola.

Por ese motivo, en la precuela, como en la Iglesia católica tras San Pablo, la Orden jedi es inconcebible sin su institucionalización: el poder religioso-cultural se materializa como poder terrenal, inseparable en última instancia del poder político; algo inadmisible en una sociedad avanzada como debería ser la República de Star Wars. Este papel extremadamente institucionalizado de la orden Jedi, que parece más preocupada en asegurar el orden social y político, es criticado en la precuela… sin embargo, la crítica la formula el futuro emperador Palpatine, el villano definitivo de la saga:

La otra crítica a los jedi que se nos ofrece llega por boca de Palpatine en La venganza de los sith, cuando declara que su visión es «dogmática» y «limitada», y que tienen la misma sed de poder que los sith. Lo que limita la efectividad de esa crítica es que la pronuncia el personaje más malvado del universo de Star Wars. (p. 24)

En la trilogía original, en cambio, era el Imperio el que manifestaba esa extraña hibridación medieval entre el poder político y el poder religioso: «su falta de fe resulta molesta», espeta Darth Vader en Una nueva esperanza mientras estrangula a un alto oficial de la flota imperial. El papel de Vader, especialmente en la primera película, es comparable con el del temido inquisidor Bernardo Gui en El nombre de la rosa: un guardian de la fe que dispone de un poder terrenal absoluto y cuyos fines van más allá de los objetivos tácticos y cortos de miras de sus subordinados. Como expresa nuevamente Vader: «el poder de destuir un planeta no es nada comparado con el poder de la Fuerza». La identificación de la Fuerza con el poder, y su comparación casi sacrílega con un arma de destrucción masiva como la Estrella de la Muerte, dista mucho del modo espiritual y personal en que se experimenta el lado luminoso a partir de las enseñanzas de Yoda y Obi-Wan a Luke Skywalker; pero se aproxima peligrosamente a los dictados que el joven Obi-Wan impone a Anakin en la precuela.

Sin embargo, la aparente contradicción entre la saga original y la precuela no me parece tan tajante. La saga en toda su extensión supone una reflexión sobre la legitimidad del poder político. Reflexiona sobre la posibilidad de mantener un poder puro, tal y como pretendía la orden jedi, sin que dicho poder se corrompa por medio de su institucionalización. Y en este punto, hay que ver el lado luminoso y el lado oscuro de la Fuerza como dos aspectos de una misma realidad en permanente tensión entre su institucionalización y sus principios emancipadores. Y ¿no era a eso a lo que se refería la crítica de Palpatine a la que nos hemos referido arriba? Los caballeros jedi se habían acomodado, formaban ya parte del establishment, y esa ambición también conduce al lado oscuro. Palpatine, con su golpe contra los jedi, no hace sino acelerar un proceso inevitable. En cierto sentido, su papel permite legitimar a los jedi como mártires de una causa justa, cuando, si las condiciones hubieran persistido, la propia orden jedi podría haber terminado convirtiéndose en un peligro aún mayor que el Imperio.

En su artículo, Vinci establece una comparación interesantísima entre Vader y la burocracia. Vader es una máquina, metáfora que recuerda a la que empleaban los marxistas para referirse al Estado; esa máquina depende de un sistema mayor, es decir, del aparato del Estado. Vader, un pedazo de la propia maquinaria estatal, encarna al burócrata definitivo, que carece de individualidad y se aliena en la racionalidad meramente administratuva y apolítica del Estado.

…en palabras de Obi-Wan Kenobi, Vader es «más una máquina que un hombre, malvado y cruel». Aquí, el término «máquina» describe a una vida que no es humana o individualizada, pues depende de un sistema externo para su supervivencia. Así pues, la confesión de Vader a Luke de que «tiene que obedecer a su señor» puede referirse en sentido estricto a una necesidad literal para sobrevivir: él forma parte de un sistema, físicamente, y desconectarse de ese sistema equivale a ser destruido. Como afirma Joseph Campbell, Darth Vader es un «burócrata que no vive según sí mismo, sino según un sistema impuesto» (p. 10)

Así pues, el Imperio es la verdad de la República en Star Wars, en el mismo sentido en el cual los miembros de la Escuela de Frankfurt decían que el fascismo era la verdad de la Ilustración. Dejados a la inercia de la razón de Estado, hasta la comunidad política más cohesionada termina burocratizándose. Por eso en la saga original Luke Skywalker juega un papel tan poderoso en la lucha contra el imperio: no porque sea consciente de una mayor individualidad (como plantea Vinci) sino porque actúa arropado por un colectivo partidista (la alianza rebelde) movilizado y organizado al margen del Estado. Queda el interrogante de si serían capaces de participar en otra forma de institucionalidad más horizontal y participativa, donde los intereses populares se hallasen antepuestos a la burocracia y a la razón de Estado.

1Tony M. Vinci, «La caída de la rebelión», en Carl Silvio y Tony M. Vinci (eds.), Star Wars. Filosofía rebelde para una saga de culto, Madrid: Errata Naturae, 2015.

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