De la indignación a la cólera

1. Como ha advertido Peter Sloterdijk,1 el primer documento de la cultura europea, la Iliada, comienza aclarando que lo que tenemos ante nosotros es el relato de la cólera del héroe Aquiles.2 Esta cólera determinará los acontecimientos del poema, hasta el punto que podría decirse, como llega a afirmar Sloterdijk, que la cólera se eleva en Homero al rango de substancia, del material a partir del cual se conforma el mundo.3 A lo largo de la historia de la cultura occidental, esta cólera, que origina los hechos más violentos y deleznables, ha ido siendo apartada en beneficio de las virtudes cívicas y más adelante del humanismo ético. Sin embargo, como todo lo que se reprime y por consiguiente retorna en forma de síntomas psíquicos o de explosiones de violencia, la cólera conforma lo otro subterráneo que habita en el centro de la cultura occidental.

2. La cólera es, por consiguiente, lo reprimido que retorna periódicamente en forma de explosiones de descontento. Pero hay que distinguir aquí entre la cólera que protagoniza la Ilíada homérica, y la indignación como fenómeno contemporáneo de la cultura post-crisis. Para una precisión terminológica, René Descartes en su Tratado de las pasiones del alma distinguía entre la indignación y la cólera: cuando alguien lleva a cabo un mal, provoca indignación si dicho mal no recae sobre nosotros, y cólera cuando recae sobre nosotros.4 ¿Quiere esto decir que los “indignados” que se movilizaron en 2011 en el 15-M en España o en el movimiento Occupy Wall Street en EE.UU. no lo hacían impulsados por la experiencia en primera persona de la crisis económica y la mala gestión de sus consecuencias, sino que eran espectadores externos de la misma? Esta apreciación sería totalmente equivocada, pero veamos adónde nos conduce esta intuición.

3. El filósofo coreano Byung-Chul Han ha escrito acerca de las oleadas de indignación propias de nuestra cultura post-crisis. Según su parecer, la indignación contemporánea es una forma de enfado, que no llega a la cólera.

“Más bien es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción. La distracción general, que caracteriza a la sociedad de hoy, no permite que aflore la energía épica de la ira. La cólera, en sentido enfático, es más que un estado afectivo. Es una capacidad de interrumpir un estado existente y de hacer que comience un nuevo estado. La actual multitud indignada es muy fugaz y dispersa.”5

Discrepando con muchas de las afirmaciones que se efectúan en esta obra, sin embargo es revelador apuntar a la insuficiencia de la indignación por una falta de concreción, una carencia de unificación narrativa y de subjetivación política colectiva. ¿Cuál sería entonces la línea estratégica de un movimiento revolucionario en el siglo XXI? Convertir la indignación en cólera. Pasar de un difuso estado afectivo a una energía transformadora. Y esta energía transformadora es el sujeto de cambio en sí mismo, como la cólera de Aquiles es el verdadero protagonista del canto homérico.

4. Acerca del sentimentalismo propio de la indignación, es revelador cómo todo lo que se ha venido llamando “nueva política” ha estado marcado por discursos profundamente afectivos, casi un ars amatoria político centrado en la seducción de los sectores ideológicamente adyacentes. Ahora bien, esta política de la seducción no es algo que deba rechazarse en sí mismo, con vistas a un lenguaje agrio y belicoso. No es en sí misma algo negativo, de hecho tiene un potencial muy notable. Pero debe ser encauzado hacia otra forma no afectiva sino transformadora. Y este encauzamiento se lleva a cabo trastocando el estado emocional en movimiento transformador. Eso es lo propio de la cólera, pero la cólera no es poner malas caras (esas maneras que son nuestra tradición, y que se nos vienen a la cabeza cada vez que pensamos en las figuras protagónicas de la lucha de clases). Lo esencial de la cólera es que se puede relatar, que tiene un contenido, y que sitúa a los sujetos como partes implicadas en dicho contenido. Volviendo a Descartes, mientras la indignación nos separa del conflicto, de la clase que sufre y de los medios de empoderamiento para hacerlo frente, la cólera nos hace protagonistas de un relato donde nos ponemos manos a la obra y, de manera enérgica, enfocamos nuestras pasiones a la acción. Al cabo, la cólera no es sino la sobreimplicación apasionada de un sujeto en una voluntad de transformación de la realidad. La cólera es, por tanto, un concepto político que debemos reivindicar, separándolo bien de la violencia, algo a lo cual no necesariamente debe hallarse ligada, y separándolo también de la coacción.

Notas:

1Peter Sloterdijk, Rage and Time, New York: Columbia University Press, 2010, p. 1.

2“La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles” Homero, Iliada, Madrid: Gredos, 1996, p. 103.

3Peter Sloterdijk, O. Cit., p. 6.

4René Descartes, Tratado de las pasiones del alma, Barcelona: Austral, 2017.

5Byung-Chul Han, En el enjambre, Barcelona: Herder, 2016, pp. 22-23.

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