Chandler según Fredric Jameson

En Raymond Chandler: The Detections of Totality (Verso, 2016), Fredric Jameson analiza la obra del clásico de la novela de detectives atendiendo a su contexto socio-histórico y a las relaciones problemáticas que establece entre dicho contexto (disperso, fragmentado, deshumanizado) y la totalidad de la vida social en los Estados Unidos de la postguerra.

En el primer capítulo, Jameson parte de dos ejes fundamentales para entender la obra de Chandler. En primer lugar, el empleo consciente y problemático del lenguaje, derivado de su educación en una escuela pública en Inglaterra, lo que hizo del inglés norteamericano casi una lengua de adopción (y aquí Jameson hace un paralelismo con otro estilista como es Vladimir Nabokov), donde el sentido de extrañeza nunca desaparece por completo. Este extrañamiento facilitará precisamente a Chandler una experimentación con el estilo, recreando e inventando el argot de los bajos fondos.

El segundo eje fundamental para entender la obra de Chandler es la ambientación: Los Ángeles, la ciudad donde el propio Chandler vivió y trabajó durante quince años, hasta la Gran Depresión. La ciudad de Los Ángeles está caracterizada por la multiplicación de mundos privados, algunos depauperados y otros ciertamente lujosos, y por la pobreza y la melancolía que caracteriza todos aquellos espacios colectivos que se encuentran en los intersticios: recepciones de hoteles, estaciones, cafeterías, oficinas de correos, paradas de autobús… Estos espacios son esencialmente supérfluos, carecen de una sustancialidad propia, y por ese motivo afirma Jameson que carecen del significado que se da a las localizaciones en la literatura tradicional, donde un espacio puede revelarse como esencial, dotado de un sentido, incluso como centro del mundo.

Como afirma Jameson, la literatura europea da por hecho su contexto social y nacional, eso es lo que hace posible la narración como abstracción (en el sentido hegeliano del término); en cambio, la literatura norteamericana no puede dar por hecho nada, sino que debe explorar y definir su propio contexto, y dando lugar a una narración definitoria de la totalidad social. Esta definición, donde la pluralidad geográfica y cultural es sintetizada, se encuentra en la literatura de entreguerras. Pero tras la Segunda Guerra Mundial se produce un proceso de estandarización y uniformización cultural a lo largo del país (Jameson no descubre nada sobre lo que no hubieran alertado ya Horkheimer y Adorno): una fragmentación de la experiencia, una compartimentación de los hogares y una deshumanización de las comunicaciones. Según Jameson, el lugar de Chandler es de alguna manera intermedio entre estos dos periodos: por contexto pertenece al segundo (un Los Ángeles que fue pionero en la deshumanización del modo de vida americano de los años 50 y 60), pero por su modo de pensar y de escribir pertenece al primero.

Decíamos que Los Ángeles es un espacio deshumanizado, una estructura social desprovista de un centro, sin un punto de vista privilegiado que permita percibir la totalidad. Así las cosas, Jameson identifica a Marlowe como la figura que permite conectar cada una de las islas que componen la sociedad norteamericana, haciéndola comprensible y mostrando aspectos que el ciudadano medio jamás podría contemplar. Ejerce de este modo una función de sujeto del conocimiento, que gracias a su posición privilegiada nos abre las puertas de espacios que normalmente nos estarían vedados.

Es posiblemente esta función la que hace de su personaje aún actual para nosotros: porque satisface el placer histórico de descubrirnos un pasado que al mismo tiempo es nuestro presente, simplificado.

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