Breves apuntes sobre la teoría de la belleza en Tomás de Aquino

Lo bello y el bien son lo mismo porque se fundamentan en lo mismo, la forma. Por eso se canta al bien por bello. Pero difieren en la razón. Pues el bien va referido al apetito, ya que es bien lo que todos apetecen. Y así, tiene razón de bien, pues el apetito es como una tendencia a algo. Lo bello, por su parte, va referido al entendimiento, ya que se llama bello a lo que agrada a la vista. De ahí que lo bello consista en una adecuada proporción, porque el sentido se deleita en las cosas bien proporcionadas como semejantes a sí, ya que el sentido, como facultad cognoscitiva, es un cierto entendimiento. Y como quiera que el conocimiento se hace por asimilación, y la semejanza va referida a la forma, lo bello pertenece propiamente a la razón de causa formal. (Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q.5, a.4).

COMENTARIO

La teoría tomista de la belleza supone la culminación y la síntesis, en el marco europeo medieval, de lo que Tatarkiewicz llama la Gran Teoría de la belleza. Conocer su enfoque precrítico (anterior al giro subjetivo de la modernidad) nos permite conocer más profundamente la herencia cultural de Occidente, y las evidencias filosóficas que, enraizadas en el lenguaje y en la tradición, desembocan en el sentido común actualmente vigente. No es necesario un estudio consciente y profundo de esta tradición para reconocer muchas de las evidencias incuestionables de la herencia medieval y cristiana en nuestro modo de entender espontáneamente el mundo. Y no basta siquiera con conocer la historia del pensamiento para desembarazarse de evidencias que se han enquistado ya al modo de una ideología espontánea. Cada vez que decimos de una escultura, un pórtico o una melodía que son “bellas” en sí mismas, una larga y soterrada ideología estética habla por nuestra boca. Cada vez que nos maravillamos ante una catedral, el más ateo de nosotros recoge el testigo de generaciones muertas y polvorientas. No es una casualidad que algunas de las más hermosas obras de arte de la humanidad estén expuestas en el Vaticano. Pasearse por una exposición de arte clásico es una experiencia estética para nosotros superior que jugar a un videojuego o entrar en un pub, porque la noción antigua y medieval de que existe una belleza objetiva indiferente a nosotros está anidada profundamente en nuestro cerebro. Esa experiencia de maravilla ante la belleza eterna en un viaje turístico a Roma no es otra cosa que la experiencia de zambullirse en la materialidad de la ideología, a través de todos aquellos monumentos que, por desgracia no en vano, buscan transmitirnos una idea eterna de belleza indiferente al gusto o al capricho de meros observadores casuales y contingentes como nosotros.

(1) LOS TIPOS DE BELLEZA EN TOMÁS DE AQUINO

En la Summa teológica, Tomás de Aquino define lo bello como aquello que agrada a la vista, es decir, como aquello cuya contemplación agrada. Para Tomás, existen tres tipos de belleza:

1. Belleza inteligible (vinculada con la verdad y bondad moral). En este sentido, la fealdad (que se definirá como privación de belleza) se identifica con el error, la ignorancia, el vicio o el pecado.
2. Belleza natural, que procede de la naturaleza de las cosas.
3. Belleza artificial, que podemos encontrar en las obras humanas. Así, existe un modo de práctica que es el arte o las bellas artes, cuyo propósito es la producción de obras bellas.

(2) MODOS DE CONTEMPLAR LAS COSAS BELLAS

Al definir la belleza en relación con la contemplación de las cosas, es decir con el conocimiento de ellas (potencias cognoscitivas), se puede mencionar tres modos de acercarse a las cosas bellas:

  • 1. A través de la sensibilidad (por la vista y el oído).
  • 2. A través de la inteligencia.
  • 3. A través de la conjunción de ambas.

Para que podamos decir de algo que es bello, a este conocimiento debe agregarse un factor más: que este conocimiento produzca un gusto o un agrado.

(3) LA BELLEZA ES OBJETIVA, CON INDEPENDENCIA DEL SUJETO

Sin embargo, aunque la contemplación de lo hermoso conlleve un deleite, la belleza no es el agrado o el deleite, sino aquellas propiedades que hacen que dicha contemplación resulte agradable. La belleza (como la bondad) no tiene su origen en el sujeto, sino en el objeto. Las cosas bellas (o buenas) seguirán siéndolo, aunque no hubiera nadie contemplándolas o apreciándolas.

(4) LA BELLEZA Y EL SER ESTÁN RELACIONADOS

La belleza, por tanto, no depende del observador, sino de las cualidades objetivas del ser de cada cosa.
De hecho, por el mero hecho de ser, las cosas gozan ya de alguna perfección y por tanto de algún grado de belleza: el ser y la belleza son recíprocos, equivalentes.
En relación con ello, a mayor perfección del ser de una cosa, mayor belleza. Los grados del ser (hay cosas que tienen mayor plenitud) son también grados de belleza. Así llegamos al grado máximo de belleza que para Tomás de Aquino es Dios: Dios, que posee el ser en toda su plenitud, es también Belleza suprema.

(5) RASGOS FUNDAMENTALES QUE PRODUCEN EL AGRADO ESTÉTICO

1. La armonía o proporción del objeto en sí mismo y en relación con lo que le rodea. Ya desde los tiempos antiguos, la teoría de la belleza afirmaba que ésta consistía en la proporción de las partes. Ejemplos:

  • La arquitectura. La belleza de un pórtico surge del volumen, número y orden de las columnas.
  • La música clásica. Las relaciones en este caso son temporales y no espaciales.

2. Integridad o acabamiento del objeto, en relación con las perfecciones formales requeridas por su naturaleza.

3. Claridad (material o espiritual). De tres tipos:

  • Entendimiento: Inteligibilidad, verdad, ser.
  • Vista: Luz, color, nitidez, limpieza.
  • Oído: disposición agradable de los sonidos.

6 replies »

  1. Gracias Luis, muy interesante. Discrepo de tu idea «Y no basta siquiera con conocer la historia del pensamiento para desembarazarse de evidencias que se han enquistado ya al modo de una ideología espontánea. Cada vez que decimos de una escultura, un pórtico o una melodía que son “bellas” en sí mismas, una larga y soterrada ideología estética habla por nuestra boca. «, en efecto es bastante evidente, que son obras que sobradamente impresionan porque expresan claramente en acto una gran cantidad de plenitud ontológica desde le sentido del verum, bonum y puhlcrum y en efecto basta ser ente racional con relativa voluntad libre para percatarse que estás ante algo muy bello y que expresa plenitud de humanidad con gran largueza. Dicha cualidad está en el dominio ontológico y no ideológico que tu pretendes.

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  2. Hola. Gracias por tu exposición. Sólo quería preguntar ¿en qué fuentes la fundamentas? ¿de dónde sacaste la información? Te agradecería mucho si me lo compartes. Saludos

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    • Hola, Alejandro. Pues el post es de hace un tiempo, pero se basa en notas de lectura aún más viejas. Como recursos, te pueden interesar la Historia de la Filosofía de Copleston y la Historia de Seis Ideas de Tatarkiewicz. Te puedes meter a bucear en la Summa de teología, que es de donde está sacada la cita del principio del artículo, aunque es bastante dura.

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