Este post recoge notas de lectura de un artículo de David M. Kotz algo antiguo (data de 2000) acerca de la innovación tecnológica en el capitalismo y el socialismo. Se titula Socialism and innovation. El trabajo me parece de especial relevancia en estos momentos, cuando acabamos de constatar, vía recortes, que el estado español está experimentando unas dificultades enormes (y una falta de voluntad, también) para asignar una financiación medianamente decente, vía Presupuestos Generales del Estado, a la investigación y del desarrollo (I+D+i). Este texto nos va una visión más amplia del problema, anotando las deficiencias estructurales de la innovación en una sociedad capitalista, y planteando los problemas que debe encararse desde una alternativa socialista.
El texto se hace extraño, y esta sensación puede agravarse por la redacción apresurada de estas notas. Sin embargo, el artículo que me molesto en reseñar y trasladar aquí me parece interesante porque contiene una imagen del socialismo del cual, tal vez, no estemos demasiado alejdos. En estos momentos en que, cansados de la corrupción y de la ineficacia de los políticos profesionales, la gente reclama una democracia más profunda que la democracia política formal y liberal, la idea de la inseparabilidad de socialismo y democracia puede ser explosiva: la conclusión lógica de la democracia liberal es el socialismo, y el socialismo democrático puede triunfar porque está mejor preparado que sus contrapartidas (el capitalismo o el socialismo de estado) para hacer frente a los grandes retos que afronta la humanidad a la hora de conocer el mundo, transformarlo y hacerlo habitable.
1. La innovación en el capitalismo
Para David M. Kotz, los incentivos a la innovación en la sociedad capitalista afrontan 3 problemas:
- Baja tasa de beneficio en la etapa crucial de la invención.
- El incentivo es escaso, a menos que el innovador prevea una forma de monopolio sobre la innovación. Por esta razón, la innovación tiene lugar habitualmente en industrias con alto grado de concentración de capital (no sólo porque se puede financiar el proceso, sino porque los beneficios esperados son mayores). Sin embargo, esto nos lleva a una contradicción mayor: en las industrias altamente concentradas, y más en condiciones de monopolio u oligopolio, existe poca innovación y sobre todo poca implantación de las innovaciones (se alarga la vida útil de los medios de producción).
- Las recompensas son mayores de lo necesario. El poder de monopolio de un innovador (vía patentes o vía competencia) puede generar beneficios enormes. Un menor grado de beneficio elevaría el nivel de esfuerzo innovador de la economía como un todo. Existen desigualdades innecesarias, junton con innecesarios altos precios para nuevos productos y procesos.
Pero el principal punto débil de la innovación en el capitalismo es la falta de conexión de dicha innovación con el bienestar humano.
- El capitalismo produce un alto nivel de desigualdad económica, y por ello busca desarrollar productos y procesos orientados a consumidores con alta capacidad adquisitiva.
- El capitalismo no tiene interés en los bienes públicos.
- Las industrias capitalistas no toman en cuenta las externalidades que tienen repercusiones negativas sobre la salud o bienestar de los trabajadores, sobre las comunidades, o sobre el medio ambiente.
- Los monopolios, aun cuando incentivan la innovación, resultan lógicamente en precios de monopolio del producto.
- El desperdicio de actividad innovadora. Hay empresas que patentan una serie de invenciones similares entre ellas, sólo para evitar que sus competidores puedan emularlas.
El capitalismo puede promover la innovación sólo si el Estado y otras instituciones desempeñan un papel activo en organizar y financiar, no sólo la ciencia básica, sino el propio proceso de innovación, en particular en la etapa de invención. Durante la segunda mitad del siglo XX, el capitalismo elevó los estándares de vida para gran parte de la población de Norteamérica, Europa y Japón (no así en todas partes), pero no está claro que en las condiciones actuales la innovación esté puesta al servicio del bienestar humano.
2. La innovación bajo el socialismo de Estado
Del sistema soviético puede decirse que constituía, al menos, una versión distorsionada del socialismo. Sí existían ciertos rasgos socialistas: propiedad pública de los medios de producción, coordinación de la economía por medio de la planificación, cierto tipo de producción para el uso y no para la ganancia. Sus mayores defensores dicen que como sistema socialista, superó al capitalismo en la promoción del progreso tecnológico.
En el sistema soviético maduro, existen cuatro lugares principales donde se realiza la innovación:
- En los institutos de I+D, donde sólo se investigaba.
- En las agencias gubernamentales como el Comité Estatal para la Innovación y el Descubrimiento.
- En los departamentos técnicos de cada ministerio de industria.
- En las empresas individuales que típicamente disponían de un departamento de diseño para el nuevo producto y, en empresas grandes, de un laboratorio de investigación.
A esto se sumaban las grandes tecnologías incorporadas cada año por el Gosplan. Pero los principales espacios para la investigación eran los institutos de I+D y las empresas.
Una ventaja del sistema era la ausencia del secreto comercial: una empresa que desarrollara un nuevo método o tecnología, debía informar a otras empresas o incluso organizar talleres para ellas.
Pero el sistema tenía graves problemas:
- El problema de los incentivos. No en lo institutos I+D, sino en las empresas. Allí, las innovaciones menores no suscitaban problemas. Pero sí los grandes cambios del proceso de producción. El director de una empresa soviética encontraba pocas recompensas en las innovaciones exitosas (las empresas con medios de producción desfasados eran subsidiadas), mientras que los riesgos que podían suponer las innovaciones de importancia eran altos. También existían problema con los cambios de inputs, en especial a mitad de un plan. No había una relación fluida de las empresas con sus proveedores. Esto agravaba la dificultad de que una empresa evolucionase hacia otra línea de producción.
- El problema de la financiación del desarrollo y la producción en el proceso de innovación. Destinar recursos a la etapa de «pre-producción» puede conducir a descensos en la producción.
- No había un sistema eficaz para permitir la contribución de investigadores individuales. La represión, la centralización y la jerarquía en el sistema soviético, desanimaban la iniciativa individual.
En cuanto a la eficacia de la actividad innovadora para avanzar en el bienestar humano, el sistema soviético evitó algunos problemas de la innovación capitalista. Pero la eficacia a este respecto, tenía debilidades significativas:
- La búsqueda de beneficio era reemplazada por la planificación dictada por los altos dirigentes, que decidían dónde invertir, y favorecieron determinados sectores como el militar o el espacial, sobre los bienes de consumo.
- El despilfarro del esfuerzo destinado a innovación, al existir pobres relaciones entre institutos I+D y empresas.
- Más importante quizá, la producción e innovación conllevaba altos costes externos, particularmente en las condiciones de trabajo y en la salud medioambiental. La causa de ello no era en este caso la búsqueda de beneficio, sino el énfasis en el crecimiento y el carácter antidemocrático y represivo del sistema.
3. La innovación en un sistema planificado democrático, participativo y socialista
Este sistema se caracterizaría por tres rasgos (tomados de Devine, Pat. 1988. Democracy and Economic Planning: The Political Economy of a Self-Governing Society. Boulder: Westview Press):
- Las líneas generales del plan económico se determinarían por un proceso democrático. Las decisiones económicas sobre cuotas de consumo privado y público, inversión en el producto nacional, no se tomarían en el mercado ni en el Politburó.
- El plan y la coordinación de la economía, no se trazarían a través de las fuerzas del mercado ni a través de la planificación vertical, sino por un proceso que Devine llama de «coordinación negociada». Las decisiones sobre el uso de recursos serían tomadas por órganos con representación de todos los afectados: representantes de trabajadores, consumidores, proveedores, comunidad local, incluso grupos ambientalistas, feministas, activistas de cualquier tipo. Las decisiones se tomarían por compromiso, a partir de una información lo más completa posible. Asimismo, las unidades de producción social o empresas serían consideradas de propiedad común, y tendrían consejos de gobierno que incluirían representantes de todos los grupos afectados por su actividad.
- Cada individuo podría esperar invertir parte de su vida laboral en cada tipo de trabajo: el trabajo de gestión y planificación, el trabajo creativo, el cuidado, el trabajo cualificado o el trabajo no cualificado/repetitivo. Esto eliminaría la división social del trabajo, mientras manitene la división técnica con sus ventajas de eficiencia.
Ahora bien, si no hay mercado ni hay un Politburó, ¿cuál sería la fuente de innovación en este sistema? Serían las instituciones democráticas participativas. Éstas empoderan a toda la población, para demandar innovaciones que les beneficien como consumidores, trabajadores y miembros de la comunidad.
Otra fuente de innovación, es el mero hecho de que, en todas las sociedades, la gente es propensa a cambiar y a mejorar los métodos para hacer las cosas. ¿Cómo puede este sistema llevar al acto esta potencialidad, esta tendencia natural de los hombres a crear cosas?
- Presumiblemente, la población elegirá en sus decisiones políticas destinar recursos notables a la actividad científica básica.
- No debería existir problemas de suministros inciertos ni de inflexibilidad como en el sistema soviético. Se garantizarían las relaciones fluidas entre todos los agentes productivos.
- Pero sin competencia, ¿puede una empresa, tal vez respaldada por una fuerza de trabajo no entusiasta, rehusar a toda innovación y mejora? La respuesta es que bajo este sistema, una empresa no es propiedad de sus trabajadores sino de toda la sociedad.
- Adam Smith dijo que la división del trabajo tendía a hacer a los trabajadores estúpidos. El efecto contrario se conseguiría por medio de la práctica de asegurar la participación de cada cual en los tipos superiores de trabajo. Esto, unido a la participación generalizada en la toma de decisiones, fomentaría la creatividad, el comportamiento innovador que es natural a nuestra especie.
Pero hay problemas, con todo.
Las institiciones básicas podrían no ofrecer suficientes oportunidades para que individuos creativos produjeran nuevas ideas económicamente relevantes. Los comités podrían optar por hacer las cosas como siempre. Debería impulsarse algún tipo de instititución de control, una oficina de innovación, con representantes de toda la sociedad. Las innovaciones pueden tener costes y afectados, y algunas de esas innovaciones podrían bloquearse a este nivel. La oficina debería ser independiente, y tener representación de todos los afectados. Tendría como objetivo la defensa de los estadios tempranos de la innovación, y estudiar las repercusiones en el largo plazo.
Se añadiría a esto una institución que debería estudiar las innovaciones de este tipo para su aprobación. Esto supondría un retraso quizá a la implantación de ciertas tecnologías (retraso que no suele existir en el capitalismo, donde el control es menor), pero puede ser un precio que valga la pena pagar por una administración racional y a largo plazo de la investigación y de la innovación tecnológica, que evite tomar decisiones socialmente dañinas.
4. Competencia entre el sistema de planificación socialista democrático participativo y el sistema capitalista
El sistema socialista no emergerá, posiblemente, en todas partes al mismo tiempo. Puede emerger en uno o más países, y mientras tanto el capitalismo seguiría siendo hegemónico. En estas condiciones, las ventajas del sistema quizá serían un defecto en una situación de competencia con el sistema capitalista: serían rechazadas muchas tecnologías adoptadas por éste, por ejemplo las contaminantes. Kotz dibuja una imagen comparativa muy gráfica: de un lado grandes coches muy contaminantes, del otro lado trenes y pequeños coches eléctricos.
En el capitalismo, cuando hay perjudicados por una innovación, éstos no tienen apenas voz e instrumentos para oponerse. El daño en las condiciones laborales y para las comunidades resulta menos visible que el consumo privado que ofrece el capitalismo, y esto genera una imagen atractiva para quienes vayan a vivir en el sistema socialista. Kotz habla de campañas de propaganda del tipo «venga a vivir un año bajo el sistema socialista». No es muy claro en este aspecto.
Es incierto que la sociedad humana vaya a enfrentarse siempre con una innovación rápida y creciente. Podríamos lograr un equilibrio satisfactorio, y preferir eso. En este nivel, el impulso creativo humano podría desarrollarse en aspectos no económicos. Pero algo así no es posible mientras persistan bolsas de pobreza, ni mientras exista un sistema socialista que debe competir con el capitalismo. El camino queda, pues, muy en el largo plazo. Y las previsiones son inciertas.
Categorías: Economía