Votamos mal

Este domingo, volvemos a elecciones porque en abril nos equivocamos. Votamos mal, y hay que repetir las elecciones. Nos dieron a elegir: regalarle a Pedro Sánchez todo el gobierno, o sentar a Unidas Podemos en el Consejo de Ministros para que el acuerdo no se quedara en papel mojado.

Y votamos por lo segundo: una candidatura que no se fiaba del PSOE. Una candidatura con memoria de los recortes del PSOE y del PP en la última crisis económica. Que recordaba la reforma del artículo 135 de la Constitución para consagrar la estabilidad presupuestaria (es decir, el pago de la deuda por delante de todo) un mes de agosto de 2011, casi a escondidas. Que tampoco olvidaría que aquella reforma, pactada de tapadillo entre PP y PSOE, fue posible porque ambos partidos reunían el 92% de diputados de aquella cámara.

Por desgracia, esta facilidad es impensable ahora. Por eso necesitamos una reforma constitucional para cambiar la ley electoral por un sistema mayoritario, donde el viejo bipartidismo pueda volver a reunir en el Parlamento la mayoría que ha perdido en las calles. Y para conseguirlo, ni siquiera es necesario que cambiemos nuestro voto. Basta con que nos quedemos en casa.

Si nos quedamos en casa, al fin podrán ponerse de acuerdo para meterle mano al sistema de pensiones. Porque es insostenible que los pensionistas reciban una pensión por toda una vida de trabajo, si lo que queremos es permitir que los grandes capitales sigan evadiendo impuestos.

Si nos quedamos en casa, podremos seguir tejiendo banderas de mil metros cuadrados mientras el PSOE y el PP, junto con sus partidos satélites, entregan nuestra soberanía nacional a los mercados. Mientras nos sometemos a los objetivos de déficit que nos marca Bruselas. Mientras acometemos las necesarias “reformas” para recortar al fin en la educación de nuestros hijos e hijas, en nuestro sistema público de salud, en nuestros derechos laborales.

Pero si salimos a votar, si no nos fiamos del PSOE y le decimos alto y claro que no somos un pueblo que firme cheques en blanco, entonces las cosas se nos complicarán. En vez de “ahora España” o “ahora gobierno”, habremos dicho que nos preocupan más cosas. Que nos preocupa que el precio del alquiler esté ya en el 90% de lo que cobra de media una persona de menos de treinta años. Que nos preocupa que a cambio de mantenerse en sus sillones, la derecha esté normalizando que las familias deben protegerse de las actividades organizadas en nuestros centros educativos porque son inclusivas y reconocen la diversidad; o que la violencia de género debe esconderse detrás del neologismo neofranquista “violencia intrafamiliar”. Que nos inquieta la precariedad del empleo, la inestabilidad a la que nos han condenado las dos últimas reformas laborales, la del PP y la del PSOE. Que no queremos seguir contribuyendo a un modelo productivo donde los que menos tienen sufren las consecuencias climáticas de la ausencia de control a las grandes empresas, las más contaminantes. Que vemos el mundo rural olvidado por las instituciones, con déficit en infraestructuras, con insuficientes conexiones de transportes públicos. Que no queremos que sigan cerrando aulas en la pública para darle oportunidades de negocio a sus amigos de la concertada. Que no soportamos las largas listas de espera en la sanidad pública, o que nos alarma que se tarden semanas en dar información al consumidor cuando existe una alerta alimentaria, porque los intereses de sus empresas son más importantes que la salud de las personas.

A esto lo llaman “bloqueo”. Y todos hemos repetido como una frase hecha que llevamos cuatro elecciones generales en cuatro años, que esto es impresentable. Pero ¿no os acordáis de cuando decíamos en las manifestaciones de 2011, en plena crisis económica, que la democracia era mucho más que votar cada cuatro años? Lo hacíamos en la calle, porque el gobierno no nos representaba. Mis alumnos no saben ya lo que es el 15-M, pero todos los años en clase, cuando hablamos de democracia, les pregunto si les parece normal que un gobierno pueda hacer políticas contrarias a los derechos de la mayoría social, y tengamos que esperar años para decirle que no estamos de acuerdo. Las trabajadoras y trabajadores queremos gobierno, pero no cualquier gobierno. Queremos garantías de que no se van a aprovechar cuatros años de “estabilidad” para hacernos tragar con un programa de “reformas” que nos deje sin derechos. Queremos desbloquear políticas para la mayoría, pero no queremos un “desbloqueo” para que, de nuevo, las élites puedan reunirse pactando nuestros recortes. El dique de contención en las instituciones para que no puedan hacer y deshacer a su antojo, es el voto para Unidas Podemos.

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