Sólo el tiempo confirmará si el terremoto electoral de ayer constituye un accidente coyuntural o marca un cambio de ciclo político para el que la izquierda debe estar preparada. Llevamos varios años diciendo que los consensos de la España de 1978 se están tambaleando, conjuntamente con el referente institucional de dichos consensos, el bipartidismo antes hegemónico de PP y PSOE. Anoche estas fuerzas volvieron a tocar suelo, la candidatura de La Izquierda Plural en la que convergen Izquierda Unida y otras diez formaciones políticas se consolidó con un ascenso generalizado en todos los distritos, emergió una nueva fuerza política (Podemos), se visibilizó el sorpasso en Cataluña y País Vasco de formaciones nacionalistas que desplazaban al PNV y a CiU, y entraron Compromís-Equo. UPyD no logra acaparar el voto del descontento, y la extrema derecha (Vox) se queda sin representación.
El mensaje es claro: la sociedad demanda una nueva política. Ninguna fuerza cohesiona ni agrupa aún, sin embargo, esa voluntad de cambio. Todo queda por hacer.
El resultado electoral de anoche se parecía mucho a lo que el 15M reivindicaba como la realidad social de este país, que se vería representada en los parlamentos con una ley electoral más justa que la que tenemos actualmente. La profecía, que algunos auguraban ingobernable, se ha hecho realidad en estas elecciones europeas. Tanto, que algunos medios de comunicación ya han hecho sus apuestas de futuro. Y sin embargo, en ese espacio monstruoso, ingobernable y plagado de siglas, pueden encontrarse los mimbres de una nueva gobernabilidad y de un nuevo proyecto de país acorde con las demandas ciudadanas de una nueva política.
Un escenario curioso: de los seis diputados de La Izquierda Plural, cinco votarán al candidato de izquierdas, Alexis Tsipras, y se adscribirán al GUE-NGL, el partido de la izquierda en Europa. Uno de estos seis eurodiputados, por ICV, se adscribirá al grupo de los verdes. ¿Incongruente? No, sintomático de que en la coalición de izquierdas existe, más allá de la pureza ideológica, una conciencia del pluralismo en la izquierda y de que es más importante a veces converger bajo una misma candidatura.
Más curiosidades: los eurodiputados de Podemos va a votar también previsiblemente al griego Tsipras. Y también previsiblemente, solicitarán su integración en el grupo del GUE-NGL. En este caso, la convergencia va a tener lugar, desde fuera y
¿Me preocupa que Podemos haya participado en una candidatura distinta de la candidatura de Izquierda Unida, de «los míos»? No me preocupa, si van a votar a «los míos» (los nuestros) en el Parlamento Europeo, si van a votar al candidato de la izquierda que ayer ganó las elecciones en Grecia, el país más maltratado por esta Europa neoliberal. En otras palabras: no hay que iniciar la confluencia, ésta ya ha tenido lugar, y donde más le duele a la Troika y al proyecto de las élites mundiales, donde más necesaria resulta para plantar cara al auge de los nacionalismos excluyentes y de los neofascistas -en Europa.
Esta es la razón por la cual, ya desde Izquierda Unida planteamos a las claras la necesidad de confluir con Podemos. Porque tenemos el mismo programa. Porque anoche, en la sede de Izquierda Unida y en el bar donde Podemos celebraba sus resultados, nos unió el mismo grito de celebración, el #sísepuede del movimiento antidesahucios y de las mareas.
Esta es la razón por la cual ha llegado el momento de que desde la izquierda abandonemos la cultura del asilamiento y de la secta. De que, y quién lo iba a decir, empecemos a hacer política en el mejor sentido: en el sentido de sentarnos a negociar con el otro, sobre la base del buen entendimiento y del consenso en las cuestiones fundamentales (algo así rezan los Estatutos de mi formación política, y esos principios fundamentales de IU contienen más verdad y son más dignos de reivindicación que todas las páginas que siguen a ellos). Tras décadas de cultura de secta, donde el único consenso conocido era el consenso de la Transición nacido de concesiones absurdas y errores históricos como los Pactos de la Moncloa, la izquierda puede volver a hacer política sobre la base de un nuevo consenso histórico.
Ha llegado el tiempo de lo nuevo. De la voluntad de abrirse, de la voluntad de cambio. Incluso Podemos es, hoy por hoy, una mera plataforma electoral que aún no se ha constituido orgánicamente. Para ello deberá tomarse su tiempo, y con este proceso deberemos ser respetuosos. También deberemos esperar a que el tiempo nos diga hasta dónde puede llegar esta relación. Cuando Izquierda Unida nació, hace casi treinta años, lo hizo porque el PCE de Julio Anguita se dió cuenta de que el proyecto era mucho más importante que las esencias, y con una generosidad enorme que no le hemos reconocido suficientemente, puso a disposición del proyecto de convergencia todo su compromiso militante y todos sus recursos materiales, cediendo sus sedes y renunciando a participar en las campañas electorales de IU con sus propias siglas porque consideraba que hacer campañas propias en las fases electorales sería visto con desconfianza y supondría un lastre para la política de convergencia que se hacía desde Izquierda Unida. Con esta voluntad de convergencia, discutida incluso en lo interno, Izquierda Unida nació sumando fuerzas tan heterogéneas como eran el partido de Tamames, el Partido Humanista, o una escisión del carlismo. De aquella sopa, nació una fuerza nueva que se consolidó durante tres décadas como un referente de la política alternativa en este país. Hoy lo más importante es no confundir lo fundamental de ese proyecto con su realización institucional concreta. Hoy no tenemos que salvaguardar ninguna esencia de IU, lo que tenemos que hacer es repetir su gesto fundacional y recuperar los ideales de diálogo, asamblearismo y consenso que hicieron posible la consolidación de Izquierda Unida como un polo alternativo y un referente para la convergencia de las fuerzas políticas a la izquierda de la socialdemocracia.
Esta es la posición de IU, y no puede ser de ningún otro modo. Sin embargo, todo está por hacer y como hemos dicho, Podemos no es aún otra cosa que una plataforma electoral. En su propio proceso de constitución como fuerza política, deberá reflexionar sobre cuál es su marco ideológico y deberá decidir si ocupa el mismo espectro que Izquierda Unida. Como apunta Isaac Rosa, esto significa que la convergencia puede no ser la opción (siendo esta la voluntad que anima la política de alianzas de IU, que le ha llevado a acudir a esta convocatoria, como hemos dicho, en coalición con diez fuerzas políticas más). Tal vez sumando no seamos más, y tal vez debamos inclinarnos por una confluencia que sería más representativa de la pluralidad de la izquierda y, en general, de la pluralidad creciente en las sociedades contemporáneas. Sólo el tiempo y el diálogo claro y abierto han de decidir si lo que más conviene a este país y al sur de Europa es la construcción de un gran polo alternativo, o la consolidación de un pluralismo en la izquierda que debe ser garantizado por una ley electoral más justa (como hemos reivindicado desde IU y desde el 15M) que permita a la gente votar en conciencia a la opción política más acorde con sus ideas, en lugar de a cajones electorales que se configuran en la nada democrática forma del clásico y centrista partido atrápalo-todo. Queda por dilucidar sin embargo si el pluralismo necesario en la izquierda puede lograrse sin converger en algún momento en la forma de un mismo polo capaz de vencer la actual ley electoral y abrir paso a un proceso de cambios legislativos que incluya el cambio de la actual ley electoral (siendo esta la tesis que sostenemos desde IU).
En uno u otro caso, ha llegado la hora de la política, de la buena política. Y ha llegado la hora de hacer política desde la izquierda, mirando a la izquierda y no sólo mirando hacia el centro. En el fondo y en las formas, vamos a tener la altura de miras y la generosidad para hacer frente a este nuevo ciclo político.
Categorías: Política
Luis, entenderás que pasar del desprecio al aprecio no es, en sí, fácil. Y aparte, en IU, no veo que se sostenga una sola tesis, aunque pueda llegarse a ello. Por otro lado no es suficiente con ponerse en lo alto del podio y, desde ahí, tener «altura de miras y generosidad» Estas son imprescindible pero no suficientes. jpáez
Me gustaMe gusta
Jesús, creo que la actitud de desprecio que mencionas ha sido muy minoritaria, que fuimos muchos en iu los que desaprobamos manifestaciones de ese tipo y que dirigentes como Alberto Garzón se expresaron desde un principio convencidos de que IU y Podemos debian confluir. No somos pocos, tampoco, los que nos sentimos decepcionados por no haber integrado a Pablo Iglesias en la candidatura de iu, y nos alegramos en consecuencia por su buen resultado. Es posible que Podemos fuera minusvalorado por algunos en iu, cuando realmente nadie esperaba un buen resultado, pero si en iu hay rectificaciones de quienes se equivocaron, bienvenidas sean. La idea de que debemos confluir o converger ha sido sostenida ya no solo por una parte importante de la militancia, sino por diputados, coordinadores de federacion y direcciones locales. Y es una tesis que va a caer por su propio peso si aun quedan dudas
Me gustaMe gusta