«Europa está pasando por una fase de transición. Afrontamos la mutación de la socialdemocracia en una fuerza neoliberal pura. Deja un hueco político inmenso porque rompe sus lazos de tradición con capas sociales importantes. Son las capas que convirtieron a la socialdemocracia en hegemónica. Syriza nació en gran parte dentro de ese hueco político. En el resto del sur del Europa tendremos esa misma trayectoria, pero con pasos quizás más lentos. Por eso nuestras alianzas europeas comienzan a la izquierda de la izquierda y terminan a la izquierda de la socialdemocracia. Los aliados más fuertes en el continente europeo son los movimientos sociales y los que se convencen cada día más de que la austeridad no es el camino. Ahí comienzan nuestras alianzas.» (Entrevista de Alexis Tsipras en el diario argentino Página/12.)
La tesis de Tsipras es que Syriza está abriendo su área de influencia para ocupar el hueco sociológico de unas «capas medias» que están viéndose empujadas a la marginalidad por las políticas de austeridad. Se trata de las capas sociales que en su momento, a cambio de un determinado sistema de servicios públicos y en una situación de crecimiento económico (especulativo), compraron el pacto social del neoliberalismo de los ochenta y noventa. El pacto social del neoliberalismo no es el pacto social de postguerra (keynesiano), sino un nuevo pacto social suscrito por unos partidos socialdemócratas que aceptaban las reglas de la nueva economía financiarizada (neoliberalismo). Es lo que algunos autores llaman un «estado del bienestar financiarizado», como explica aquí Armando Fernández Steinko respecto del modelo español. De aquí extraigo tres hipótesis:
- Si el modelo neoliberal está agotado en su fórmula actual, la tarea de la izquierda pasa por recuperar algunos mecanismos de control y regularización de la economía (neo-keynesianismo). De ahí la inspiración en modelos como el argentino, con sus defectos, y en general en América Latina.
- Pero el modelo keynesiano de la socialdemocracia de postguerra era posible porque existía una potente presión social. Para recrear esa presión social, en un mundo post-URSS, hay que buscar otros mecanismos: el apoyo en los movimientos sociales, y el impulso de algo que podríamos llamar una «revolución democrática». «Democracia» significa producir un contrapeso al gobierno, y eso está en una posición diametralmente opuesta a la concepción keynesiana de postguerra, en la que el ciudadano era fundamentalmente un objeto pasivo de las políticas de bienestar. El nuevo modelo democrático debe ser ante todo una autoorganización de la sociedad (articulada en organizaciones y movimientos de base) para la defensa de sus propios intereses, más aún dado el hecho de que los países peor tratados por la crisis financiera del capitalismo neoliberal tienen por delante una tarea colosal de reconstrucción.
- La importancia de un concepto de democracia «republicana» o de «democracia participativa» del pueblo y de los movimientos sociales, que además es impulsada por los propios partidos de izquierda con posibilidad de gobierno como Syriza, impide una noción de «pacto social» como la que enarbolaban los partidos socialdemócratas de postguerra. Cuya retórica era «pacten con nosotros, o vienen los comunistas». Esto, sumado al desprestigio de la socialdemocracia tras la presente hecatombe del «pacto social neoliberal» que nos mantuvo en la burbuja las últimas décadas, impide adoptar el concepto de «socialdemocracia». Lo que propone Syriza es ganar la vieja base social de la socialemocracia neoliberal para un proyecto que es de confrontación.
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